La ilusión macro prudencial
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Pablo Correa
La actual crisis financiera global parece estar tomando un giro. De a poco algunos bloques están mostrando una sana reactivación, las cifras reales como empleo y consumo privado empiezan a mejorar, y si bien queda mucho tiempo antes de que Europa salga de la recesión, los escenarios de un quiebre de la zona monetaria hoy son muy poco probables.
En este entorno, vale la pena pensar si después de la tormenta vendrá la calma. Esto, dado que una de las herramientas utilizadas por los países en crisis para salir de ella ha sido una expansión monetaria sin igual. Como resultado, las tasas de interés tanto de corto como largo plazo se encuentran en sus valores mínimos, lo que ha hecho que muchos inversionistas busquen en otros activos la esquiva rentabilidad, presionando al alza a los precios de estos. Si se produce un retiro abrupto de esa liquidez, y los precios corrigen a la baja, y la toma de riesgos ha sido imprudente, estaremos en una situación muy parecida al estallido de la burbuja inmobiliaria en 2008. La pregunta es si hemos aprendido algo de esta crisis, o bien cuando baje el agua pillará a varios nadando sin traje de baño.
Una de las lecciones que están emergiendo de la crisis, ha sido las llamadas políticas macro prudenciales. Pero ¿qué son las políticas macroprudenciales, para qué sirven y quién las implementa? En pocas palabras son herramientas específicas cuyo objetivo es limitar riesgos financieros sistémicos. Sin embargo, no hay consenso de la manera de implementarlas, por lo que resulta relevante estudiar el alcance de las mismas y definir el marco institucional sobre el cual se desenvuelven los agentes reguladores existentes e incluso estudiar la conveniencia de crear nuevas instituciones.
De acuerdo al FMI, más de la mitad de los países que cuentan con regulación macroprudencial, cuenta con una institucionalidad integrada entre reguladores sectoriales y el Banco Central como supervisor bancario. Otro grupo de países posee comités integrados por el Banco Central, las autoridades supervisoras sectoriales y el Ministerio de Hacienda. En estos casos, típicamente tienen sólo una función meramente coordinadora, y el poder resolutivo lo mantienen los distintos miembros. Esta es precisamente la situación de Chile, con el Consejo de Estabilidad Financiera (CEF) creado en 2010.
Pese a no tener rango legal, el CEF ha probado ser una instancia clave para caracterizar de una manera adecuada al sistema financiero local, identificando riesgos y amenazas a la estabilidad financiera. Sin ese trabajo, la identificación de los riesgos particulares que tienen alcances agregados se habría hecho más lentamente o de manera menos oportuna. Producto del trabajo del consejo, se identificarán diversos problemas u oportunidades de mejora regulatoria, que darán origen a medidas sectoriales, como por ejemplo el reciente cambio a la normativa de las tarjetas de crédito no bancarias.
Sólo una vez que estas correcciones sean realizadas será posible mirar los riesgos sistémicos y buscar medidas para atenuarlos. Creo que con algunas excepciones, tanto las autoridades como el mundo privado aún no son capaces de caracterizar ni identificar riesgos cruzados entre industrias. Adicionalmente, y clave desde un enfoque sistémico, el conocimiento de los conglomerados financieros también es limitado y sobre todo al considerar a grupos que poseen participaciones en empresas del sector real. Adicionalmente, para garantizar un sistema financiero más estable, debemos asegurarnos que tanto autoridades como el resto del mercado dispongan de información útil, oportuna y de calidad sobre los diversos agentes que lo conforman. Sólo entonces podremos dejar de hacer análisis parciales y así cuantificar con precisión las vulnerabilidades que podríamos enfrentar.
En otras palabras, sería una ilusión pensar que las herramientas macro prudenciales evitan cualquier desequilibrio sectorial. Pero si son útiles para crear un marco de análisis, identificación, mapeo y detección de riesgos antes de que generen un evento sistémico. Probablemente esta sea una de las lecciones que más debemos recordar de la crisis que se inició en 2008. Con un sistema financiero altamente interconectado, el “efecto mariposa” sólo seguirá creciendo, y debemos estar muy preparados para enfrentarlo.